Entrevista a Susana Ye
El Instituto Confucio de Madrid en colaboración con la Biblioteca pública Iván de Vargas organiza el martes 16 de abril a las 19:00 h la presentación del poemario «Trashumante en arenas movedizas», escrito por Susana Ye, una reconocida poeta y periodista feminista. Entrevistamos a la escritora como preludio a la experiencia poética que tendrá lugar ese día, con el título Mucho más allá del libro: Un recital que se vivencia. Una lectura fascinante tanto para seguidores de Susana y amantes de la poesía como para curiosos que quieran descubrirla desde un lado más íntimo, personal e interactivo. Te dejamos una breve entrevista para que puedas conocerla mejor.
Cuéntanos, ¿quién es Susana Ye?
Mi propio nombre representa quién soy, quién pude ser y quién puedo a llegar a ser. Susana es la hija nacida en España, criada en este país y Ye es la ascendencia china, el rastro que indica y verbaliza el vínculo familiar con China, no tanto por ser mi país de origen sino el de mis padres y, por tanto, parte de mi árbol genealógico. Susana Ye es la periodista de justicia social, la documentalista de «Chiñoles y Bananas», la escritora incipiente y la poeta publicada. Como bien dice la también poeta valenciana Paloma Chen en el prólogo y Gioconda Belli en su poemario «Mi íntima multitud», en mí habitan distintas caras de un mismo poliedro. Ya he dejado atrás ser un puzzle y cuando preguntan quién soy me enuncio compleja y con múltiples facetas. Y todas ellas son yo.
Trashumante en arenas movedizas ya nos da mucha información
«Trashumante en arenas movedizas» es un primer poemario que lleva gestándose durante la infancia, la adolescencia y la edad adulta. Y hace referencia a ese continuo trasiego que supone, ser hija múltiple: de mi madre china, de mi madre española; de mi padre chino, de mi padre español; de la cultura española, de la cultura china; de ciudad, de provincia; de asfalto, de mar; de la generación agrícola, de la generación de la Transición. Y entre todas estas circunstancias emerge la escritora.
En tu primer poema «Ilegítima», hablas de tus dos madres…
Mis madres son mis referentes. De ellas he aprendido quién soy, pero también quién no soy, qué atesoro como legado y qué prefiero dejar atrás. Como poeta he querido ensalzarlas, reconocerlas, aceptarlas, pero también decir: podemos ser distintas.
Sylvia Plath, Agnès Varda y Han Feizi. Unas referencias eclécticas.
Yo misma soy ecléctica y como persona comprendo que a muchas personas mi propia personalidad e historia de vida les desubique. Y esa mezcla se traslada a cómo yo busco y encuentro mis inspiraciones: de la prosa y la poesía al cine y a los documentales, a Europa o Asia. Para mí las fronteras solo las fijan los pasaportes que nos convierten en divisas, pero a nivel personal, emocional y creativo no le pongo banderas a cómo crecer y explorarme como autora.
«Familias con mentalidad de escasez y hambre», escribes en un poema.
Soy consciente de que se nos inculca una vergüenza de clase, enterrar el pasado humilde, la carestía y ensalzar la historia de mejora. Hay una profunda tristeza y un duelo soterrado en ello, sobre todo en familias migrantes más que en familias obreras a secas del contexto occidental blanco español. Pero esa etapa te acompaña y o bien le haces frente o bien te domina. Quiero pensar que mis versos contribuyen a lo primero.
¿Prefieres que se lea tu poesía o que se escuche?
Soy una lectora clásica: leo a solas, despacio. El acto de leer es íntimo para procesar las emociones, sobre todo en poesía, y las reflexiones en otros géneros. Yo prefiero que se me lea y, a esa aproximación e inmersión, añadirle que se me escuche en recitales. Pero soy poco autoritaria en todo, poco dada a crear jerarquías. Como escritora me debo libertad. No condicionarme. Y quiero esa misma permisividad para quien lea. El recital es más un baño en el que empaparse del ritmo, de la sensación del verso. Cerrar los ojos y dejarse mecer por la voz directa de la poeta.
¿Has encontrado el lugar al que perteneces o ni siquiera lo has buscado?
He seguido durante años las indicaciones externas. Dedos señalando direcciones. Y yo situada en la encrucijada, ¿cómo elegir sin sentir que renuncio y, en el fondo, soy yo quien más pierdo, quien me pierdo? Creo que me ha ocurrido como la película Mr. Nobody, elijo no elegir no por cobardía ni inconsciencia ni rendición. Elijo no elegir porque con eso abro un nuevo camino. En vez de buscar, me encuentro. Y en realidad siempre he estado en el lugar que me era propio.
Vivir de la poesía suponemos que es imposible…
Profesionalizar la poesía es muy complicado. El porcentaje que corresponde a una autora es del 8% al 10% del precio final del libro. En España muy pocas escritoras venden, en total, 2.000 ejemplares. Si sacamos cuentas, vivir de literatura es más un sueño que una realidad. Poesía es además aún más complicado por esta idea snob, elitista, hermética y meta referencial. ¿Qué opciones hay? Premios, con los consiguientes criterios y momentos sociopolíticos. Residencias artísticas, de corta duración. O añadirle una dimensión de artes escénicas a lo escrito. Pero todo ello desde una falta de profesionalización enorme. Pasa con los escritores como con los agricultores: plantamos semillas, dedicamos tiempo a hacerlas crecer, las cuidamos y protegemos de plagas como la prisa y las lógicas digitales, las recolectamos dándoles forma física y estructura para una experiencia lectora… Y luego, de toda la cadena que es el libro que llega a las manos y mentes de los lectores, las escritoras recibimos una pequeñísima fracción. Vivir de poesía es más una aspiración que un hecho.
¿Nos puedes ofrecer unos versos como anticipo de tu recital?
No quiero ser el girasol que mira
un falso Sol de invernadero.
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