En recuerdo del profesor, Dong Yansheng, traductor de «El Quijote»
El 3 de enero, a los 87 años murió en Pekín el profesor Dong Yansheng, gran divulgador de la cultura española en China y traductor de El Quijote al chino. No solo se considera la mejor traducción de esta novela al chino, sino el profesor Dong se basó directamente en los originales del siglo XVII.
Habiendo nacido en Pekín en 1937, en el año 1961 se graduó en la Universidad de Estudios Extranjeros (Beiwai), donde más tarde se convirtió en profesor y decano. Dedicó más de 50 años de su vida a la docencia y a la promoción de la lengua y cultura españolas en China.
Beiwai es una de las universidades socias de la Universidad Autónoma de Madrid en China y el profesor Dong ha mantenido una estrecha relación con el Centro de Estudios de Asia Oriental, así como el Instituto Confucio de Madrid, ambas instituciones asociadas a la UAM.
Publicamos los textos de dos de sus alumnos y colegas: de la profesora Gladys Nieto, profesora de antropología china en el UAM, antigua directora del ICM y lectora de lengua española en Beiwai durante el curso 1997-98, y del profesor Li Cheng quien estudió con el profesor Dong en Beiwai y posteriormente se doctoró en la UAM. También ha sido profesor visitante de lengua china en el Grado en Estudios de Asia y África en la UAM.
En memoria de nuestro querido amigo y profesor, Dong Yansheng
El día 2 del recién estrenado año 2024 nos dejaba Dong Yansheng. Distinguido hispanista de la Universidad de Lenguas Extranjeras de Beijing (Beiwai), quien dedicó su vida al estudio y transmisión del español, así como la traducción de obras clásicas de la literatura española. Su método de enseñanza del español como lengua extranjera, «Español Moderno», se considera el más difundido en China, es y sigue siendo utilizado por generaciones de estudiantes chinos de español.
En vida, el Prof. Dong Yansheng fue ampliamente reconocido, siendo condecorado en el año 2000 con la Encomienda de la Orden de Isabel La Católica por su trayectoria profesional como traductor e hispanista, en 2009 recibió la Orden de las Artes y las Letras de España por la promoción y difusión de la cultura y la imagen de España, y en 2017 se le otorgó el mérito Doctor Honoris Causa por UDIMA. Muchos de sus estudiantes, colegas y amigos destacarán su enorme legado, y además, su calidez humana, honestidad y sencillez.
En lo que a mí respecta, he perdido un entrañable amigo, pero un profesor que nos acompañó largamente a un pequeño grupo de investigadores jóvenes nucleados en el Centro de Estudios de Asia Oriental (CEAO) de la UAM, creado en 1992. Esa parte de su historia probablemente sea menos conocida, limitada a un círculo muy estrecho. En los años 90 España estaba lejos de la institucionalización de los estudios chinos que tenían una larga historia en Italia, Francia o Inglaterra. En la UAM se mantenían grupos de enseñanza de lengua china que la Prof. Taciana Fisac dictaba, y a los que luego se sumaron profesores procedentes de Beiwai. En el Centro de Estudios de Asia Oriental de la UAM, grupos tan pequeños de 2 a 4 estudiantes españoles de chino teníamos el lujo de que nos enseñasen profesores de larga trayectoria, hispanistas de origen chino que venían a Madrid a través del programa de lectorado con Beiwai con el que contaba mi universidad.
Dong Yansheng también fue parte de ese programa y llegó a la UAM a enseñarnos en 1998. No obstante, yo conocí a Dong el año anterior en 1997, cuando viajé como lectora al Departamento de Español de Beiwai, con la intención de enseñar español y estudiar chino. Pekín era entonces una ciudad de grandes dimensiones, pero mantenía una vida de pueblo. Todo parecía darse cita en la calle. Y nuestro profesor Dong estaba ávido por conocer nuestras impresiones. No sólo las mías sino las de Leila Fernández y Pilar González España, dos compañeras de esos primeros tiempos del CEAO.
Cada regreso de nuestros viajes por el país era objeto de anécdotas con las que Dong se destornillaba de risa. En ese punto de comprensión que surgía de su gran conocimiento del español y de empatía con quiénes nos interesábamos por China, la amistad se fraguó para siempre. Su espíritu juvenil nos llenó de buenos momentos, le gustaba bailar y cantar.
Recuerdo con cuánta paciencia me enseñó la canción tradicional kasaja 可爱的一朵玫瑰花, y cuando estaba en primera fila el primer día de las clases de sevillanas que también enseñé en Beiwai a mis estudiantes. En esos tiempos Dong Yansheng nos ayudó a convertirnos en estudiosas del mundo chino no sólo desde lo que podía darnos de su conocimiento cotidiano, sino por su apoyo emocional e incondicional. Se alegraba de nuestros logros, y consideraba al CEAO la semilla desde la que se podía construir un lugar para el conocimiento de China en España. Por eso, quisiera destacar que Dong Yansheng no sólo fue el traductor de El Quijote, sino la persona que nos iluminó a muchos, y esos muchos: sus colegas de trabajo de Pekín, su familia, sus amigos españoles, y sus numerosos estudiantes nunca lo olvidarán porque pertenece al grupo de los imprescindibles.
Agradezco a la vida haberlo podido conocer. ¡Hasta siempre querido Dong!
Prof. Gladys Nieto
Centro de Estudios de Asia Oriental (UAM)
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Caballero andante de las letras: en memoria al profesor Dong Yansheng
Una era ha llegado a su fin. En el contexto actual de China, esta frase está imbuida de significados muy diversos y yo la quiero usar para despedirme de mi querido profesor y mentor Dong Yansheng.
Toda la comunidad de hispanistas chinos está de luto: los manuales elaborados por él han sido lectura común para todos; su traducción de El Quijote es fidedigna en ideas y elegante en estilo; sus clases eran amenas y profundas… Todo esto constituye un patrimonio intelectual que hemos compartido. No necesito repetir lo que ya se ha dicho; ni es mi intención seguir hablando de sus contribuciones a la enseñanza del español. Solo quiero revivir algunas impresiones, las más vívidas y duraderas, que me ha dejado mi mentor. Siendo uno de los alumnos más cercanos, en este momento, confesar mis sentimientos más sinceros es, más que una obligación moral, una plegaria para que se perpetúe en nuestro corazón.
Para aquellos que lo conocían, el profesor Dong era una persona común y corriente en la vida cotidiana. Tenía un temperamento fuerte y solía ser terco y quejumbroso. Cada vez que viajaba al extranjero, sin excepción, le deparaba algún contratiempo, fruto de su propio despiste en la mayoría de los casos. Su vida era sencilla y pulcra: ni una mota en el parqué y sus estanterías rebosaban de libros. Siempre se enorgullecía de su robusta musculatura y de sus diarias travesías kilométricas en la piscina.
En el ámbito espiritual, el profesor Dong era sabio y erudito, con un conocimiento vasto y profundo. A diferencia de los antiguos letrados chinos, los filósofos de la antigua Grecia encontraban una alegría pura en la búsqueda del conocimiento en sí y él se identificaba con ellos. Investigaba no por perseguir ascensos ni títulos. En los debates, sus palabras rectas y francas no conocían disimulo ni protocolo. La lectura era su mayor pasión y distracción: desde literatura e historia, hasta ciencia y naturaleza, todo lo devoraba. Cuando aún tenía buena vista, le regalé una colección de Isaac Asimov, ciencia ficción compuesta por más de diez volúmenes, y la terminó de leer en menos de un mes. Leyendo en chino The Story of Mankind, de Hendrik Willem van Loon, su instinto de un traductor veterano lo llevó a llenar las páginas con anotaciones y comentarios; podía intuir los errores del texto sin necesidad de leer el texto original en inglés. Años atrás, cada vez que volvía a China, le llevaba novedades editoriales en español, la última vez, en 2019, fue La llamada de la tribu de Mario Vargas Llosa, un homenaje a los célebres pensadores liberales: Hayek, Popper, Isaiah Berlin… Luego, llegó el confinamiento a China.
A diferencia de muchos jóvenes, que adoptan una madurez burocrática superficial, el profesor Dong siempre conservó su curiosidad juvenil. Cuando Zhongguanchun, el Silicon Valley de Pekín, era todavía más pueblo que ciudad, ya habían pasado varias generaciones de ordenadores por el escritorio de mi profesor. En cuanto al teléfono móvil, Dong lo rechazaba al principio, viéndolo como fetiche del nuevo rico. Pese al desprecio preliminar, ya en pleno auge de los smartphones, se volvió peleón empedernido en foros de WeChat. Viviendo lejos, a miles de kilómetros de distancia, cada vez que veía sus provocativos reenvíos de posts, me tranquilizaba al instante, sabiendo que seguía con su admirable lucidez y su espíritu luchador. ¡Ruines fueron aquellos médicos ineptos que con su receta asesina destruyeron la salud del maestro! Por fortuna, en agosto del año pasado, pude verlo de nuevo, mermado en vigor, pero aún firme en voluntad. Absortos en pesimismo y melancolía, no pudimos evitar intercambiar nuestras preocupaciones por las circunstancias. Nunca imaginé que este fuera nuestro último encuentro.
Comentó un compañero mío, tras el fallecimiento de Dong: «Con su naturalidad y franqueza, seguro que no le gustaría que nos sumergiéramos en tristeza; preferiría que cantáramos con alegría, como hizo Zhuangzi a su esposa». Efectivamente, no quiero que la aflicción se apodere de mí, por eso trato de retener en mi mente aquella imagen de un maestro vigoroso, con ojos brillantes y agudos, símbolo de racionalidad e ilustración. Si me preguntan qué es lo que más he aprendido de él, en definitiva, mi respuesta no va a ser «el español». Siendo el idioma un vehículo del pensamiento, aprecio especialmente estas capacidades que el profesor Dong nos intentó cultivar: reflexionar, cuestionar, indagar, criticar y explorar, así como el sentido del humor. Recordaré, una y otra vez, aquellos chistes que nos repitió hasta la saciedad —¿de qué se reía?, lo sabemos todos y lo puedes imaginar— y, con el paso del tiempo, no me cansaré de contarlos a las futuras generaciones.
Los de mi promoción estudiamos con la versión vieja del manual de español que Dong redactó. Aquella fue una época en la que el saber podía cambiar el destino y anhelábamos, con inocente entusiasmo, a la apertura y el progreso. Más tarde, prosperó la economía de mercado, trayendo cambios vertiginosos y suertes dispares. Finalmente arribó la nueva era, que intentó transformar el mundo en una comunidad de destino compartido, con fuerza imponente e imparable.
Mi querido profesor se ha ido. Una era ha llegado a su fin.
Li Cheng
En Pekín, a 3 de enero de 2024.
建安风骨,骑士精神:悼恩师燕生
一个时代结束了。这句话在当下涵义丰富,我仅用它来送别恩师董燕生。
西语界的人都在怀念他:他编的教材是我们共同的读物,他译的《堂吉诃德》信达而雅趣,他教的课生动且深刻……这些都是我们共享的精神财富。我没有必要再作重复,甚至不想谈任何有关西语的事,只想简单重现一下恩师留给我的鲜活印象。作为曾经缠绕在他身边的学生之一,此时此刻,坦诚诉说是一种情感的义务,也是让他永存于我们心中的祷念。
在熟人眼里,生活中的董老师是个平凡之人。他有时脾气不好,偏执,倔强,亦好抱怨;每逢出国旅行,必遇坎坷,大半也是自己疏忽所致;生活简单清洁,地板一尘不染,架上藏书甚丰;一向引以为傲的是精健的肌肉和每日在泳池中的千米畅游。
精神领域的董老师则是广博而睿智的。与中华先贤相比,古希腊的哲人更有一种在追求知识本身中获得的纯粹快乐,董老师大体上就是这样的人。他做学问不为晋升,无关职称;与人争议时,直言率语,乃至不顾情面。阅读是他的嗜好与休闲,文学历史,自然科技,包罗万象。当初视力尚好时,送他一套十几本的阿西莫夫科幻,未足月便已读尽。看房龙《人类的故事》,翻译家的本能令他不时圈圈点点,不读英文也能察觉出译文的缺陷。每次回国探望,总带给他西文新书,一九年底最后一回是略萨的La llamada de la tribu,盘点自由主义各位大师:哈耶克、波普尔、柏林…… 随后,就全域静默了。
当不少青年人浸满厅局风的成熟时,董老师始终保持一颗年轻而好奇的心。记得中关村道边还是沟渠的岁月,他的书桌上业已换过几台电脑。对手机他一开始颇为排斥,嘲笑其为炫富的器具。转眼到了智能终端时代,微信群中却时时有他和别人争辩的场景。远在异乡,每当看到他转发来的锐贴,心中顿时踏实许多,知道他一切正常,精力充沛。可恨那些庸医恶方,毁掉了董老师的身体,精神也大不如前。去年八月所幸得见一面,相聚怅然,难免感时忧世,不想此一别便再无机会。
恩师走后,同学说“以他的洒脱,肯定不喜欢悲悲戚戚,宁愿大家为他鼓盆而歌”。我也不想陷入悲情,努力在脑海中留住那个双睛明亮、敏锐矍铄的形象,像是启蒙时代理性的化身。如果有人问我,从他那里学到最多的是什么?答案肯定不是西班牙语。语言是思想的载体,我更珍重的是他教给我们思考、质疑、求证、批判和发现的能力,还有幽默感。我会一次次想起那些他反复讲过、当初已经听腻了的笑话(讽刺什么的,大家都知道,你懂的),然后随着自己年龄增长,也会絮絮叨叨地转述给后生们。
我们是读旧版“现西”的,那还是个典型的知识改变命运的时代,在没心没肺的单纯中渴求开放与进步。后来,市场繁荣,沧海桑田,泥沙俱下。再后来,新时代来临了,世界已成命运共同体,浩浩汤汤。
恩师离去,一个时代结束了。
学生 李程
2024年1月3日
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