
Curso de taichí: aprende a moverte despacio
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En el patio del Instituto Beatriz Galindo, en el que la luz de la mañana se posa con parsimonia, tendrá lugar nuestro curso de taichí. Esta disciplina marcial es un arte que en China se practica habitualmente al aire libre y por la mañana. No se trata de un ejercicio físico al uso. El taichí es una forma de estar en el mundo, heredero de los principios del yin y el yang, enseña que la lentitud es la antesala del movimiento eficaz. Bajo la apariencia de un sencillo vaivén de brazos y piernas, hay todo un trabajo de respiración, atención y equilibrio.
El curso, que consta de dieciséis horas repartidas en dos sesiones de dos horas semanales, introduce a los alumnos en esta particular filosofía del cuerpo, y en concreto, practicarán los veinticuatro movimientos básicos. La respiración acompasará los gestos, y la mente, si se deja, acabará por aquietarse. Al cabo de unas semanas, quienes perseveran descubren que no solo han ganado flexibilidad y equilibrio, sino también una serenidad que no suele adquirirse en los gimnasios convencionales.
La profesora se llama Ma Yue. Su personalidad, amable y serena, encaja bien con lo que enseña. No se limita a corregir posturas o a marcar ritmos: habla de la alternancia entre el vacío y la plenitud, de cómo cada movimiento encierra una lección sobre la naturaleza y sobre nosotros mismos. Habla como quien ha aprendido de maestros que todavía enseñan en Chenjiagou —el remoto pueblo chino donde nació el taichí—, y que sabe que la verdadera fuerza rara vez hace ruido.
Además del taichí, Ma Yue practica Qigong. Conoce bien ese juego de buscar el equilibrio en lo que parece inestable y la firmeza en lo que parece blando. Enseña a moverse mejor y a respirar mejor, que no es poco. A quienes esperan recetas rápidas para la felicidad, les advierte con una sonrisa: aquí se avanza despacio, y esa es precisamente la lección.
La práctica continua de taichí mejora el sistema cardiovascular, la flexibilidad y el equilibrio, lo que proporciona a la mente un alivio del estrés, una mayor concentración y finalmente una unión entre el cuerpo y mente.
Al final de cada clase, cuando el bullicio de la calle vuelve a hacerse perceptible y los alumnos recojan sus cosas, quedará en el aire algo más que los movimientos. Queda la intuición —todavía imprecisa, pero ya firme— de que, en tiempos de vértigo, aprender a moverse despacio puede ser una forma de resistencia.
Convocatoria:
- Lugar: Instituto Confucio de Madrid
- Sesiones: 8 de dos horas
- Horario: lunes y miércoles de 9:30 a 11:30 hs
- Matrícula: AQUÍ
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