
Adrià Guxens: la cámara como puente entre culturas
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El próximo jueves, el cineasta Adrià Guxens y la antropóloga Gladys Nieto, profesora titular de la Universidad Autónoma de Madrid, se sentarán a conversar sobre etnias chinas, identidad y desarraigo. Una charla que promete abrir ventanas a mundos que existen, pero que a menudo miramos de reojo o no vemos en absoluto. Guxens, que ha llevado su cámara a rincones donde el tiempo parece moverse a otro ritmo, ha participado también en la exposición Bajo un mismo cielo, una mirada a las minorías chinas y al mundo rural, que durante febrero se ha expuesto en la Biblioteca Iván de Vargas. Antes del encuentro, lo entrevistamos para conocer más sobre su cine, su forma de narrar y el modo en que transforma el paisaje en relato.
Tus cortometrajes retratan personajes atrapados entre culturas, generaciones y lugares. ¿De dónde nace esta obsesión por las identidades en tránsito?
Siempre he creído que la identidad es algo líquido, y más en el mundo actual, donde tenemos acceso a tanta información e ideas y en el que es tan sencillo movernos de un sitio para otro. Esto hace que también conozcamos a más gente y al final son la gente y los lugares con los que interactuaos los que acaban moldeándonos. Así, el elegir el tránsito como lugar al que quedarme, por muy paradójico que suene, es algo que me permite tender un puente entre dos mundos y plantear dilemas al espectador, acercándolo a la vez a los lugares de los que provienen ciertos personajes y arrojándolos al interrogante de un futuro que aún no está escrito.
«Al elegir el tránsito como lugar al que quedarme, por muy paradójico que suene, es algo que me permite tender un puente entre dos mundos y plantear dilemas al espectador.»
La abuela y el nieto protagonistas de I Don’t Think It Is Going to Rain
I Don’t Think It Is Going to Rain plantea un conflicto intergeneracional: una abuela que ha dedicado su vida a un restaurante y su nieto, que parece alejarse de esa herencia. ¿Es un tema recurrente en tu cine?
Si miro hacia adentro, me doy cuenta de que mis abuelos trabajaron en el campo y que mis padres fueron los primeros que tuvieron acceso a una educación superior, por lo que siempre he notado ese choque generacional y he sentido el binomio pueblo-ciudad ya desde niño.
En el caso de I Don’t Think It Is Going to Rain quería utilizar la metáfora del restaurante —pues sabemos que el comer es un pilar fundamental en la cultura china, ya que es el momento donde las familias comparten literalmente, tiempo, espacio y comida juntas— para hablar de China como país, y de sus cambios gigantescos en tan poco tiempo. Así, la abuela de mi corto simboliza una China de valores más tradicionales que se ha dejado la piel para levantar cualquier negocio; mientras que la figura del nieto encarna la juventud china actual, mucho más influenciada por la cultura occidental y que ya empieza a desmarcarse de la tradición confuciana, poniéndose a ellos mismos en el centro de todo.
Además, de manera subliminal el corto también me permitía ofrecer un retrato de esas tantas familias en las que los nietos crecen con los abuelos y que las figuras paternas y maternas no están presente pues han tenido que trabajar, a menudo en lugares lejanos, para mantenerlos.
«La abuela de mi corto simboliza una China de valores más tradicionales que se ha dejado la piel para levantar cualquier negocio; mientras que la figura del nieto encarna la juventud china actual.»
En Un soroll llunyà nos llevas al Delta del Ebro, donde un joven catalán de origen chino trabaja como temporero en la siembra del arroz. ¿Qué te llevó a contar esta historia?
Esta fue una historia que llegó de forma completamente no buscada. Llevo años siendo amigo del actor protagonista, Junyi Sun, por lo que conozco bien su historia personal. Sin embargo, un día, mientras tomábamos un café, me contó que su madre cada vez le insistía más para que volviera a China para visitar a su nonagenaria abuela, a quién no veía desde hacía treinta años (eso es cuando él era un niño muy pequeño). Ambos creímos que este conflicto (el sentirse obligado a volver a un lugar con el que no siente ningún tipo de arraigo para visitar a una mujer que, a pesar de formar parte de su familia, no deja de ser una desconocida) tenía mucho potencial, por lo que ideamos un corto que lo pusiera en contacto con sus raíces —en este caso, a través del cultivo del arroz— para ver si eso lo animaba a dar el paso de “volver” o lo reafirmaba en su posición actual de quedarse en España.
Ese corto, y de nuevo de forma totalmente imprevista, acabó siendo la semilla de la que será mi ópera prima, Lóngquán: El Manantial el Dragón, que ya he empezado a rodar en China.
En A Hakka Song exploras la vida en los tulou, las construcciones de tierra de la minoría Hakka. ¿Cómo fue la experiencia de rodar allí?
Fue una experiencia muy dura, pues nos encontrábamos en un pueblo perdido en medio de las montañas en el que apenas había nada. Sin embargo, sentía que esta era la única forma de poder contar la historia de esa comunidad: el vivir con ellos. Así puede observarlos, mirar de comprenderlos e integrarme en su día a día. Por otro lado, fue un reto fascinante. Poca gente tiene acceso a los interiores de los tulou, pues son zonas que no están abiertas a los turistas, por lo que poder acercarme a ellos para que me contaran su modus vivendi fue un auténtico privilegio.
Eso sí, hablaban hakka, claro, por lo que en muchas ocasiones rodábamos a ciegas, pues ni mi traductora comprendía lo que estaban diciendo. De algún modo, creo que esta barrera natural era justa y me permitía que la cámara buscara dentro de su realidad lugar de que impusiera la mía, por muy respetuosa que fuera.
Un fotograma del pueblo de A Hakka Song
«Fue una experiencia muy dura, pues nos encontrábamos en un pueblo perdido en medio de las montañas en el que apenas había nada. Sin embargo, sentía que esta era la única forma de poder contar la historia de esa comunidad: el vivir con ellos. »
Hay un constante viaje de ida y vuelta en tus historias: entre generaciones, entre culturas, entre geografías. ¿Ves paralelismos entre estos movimientos y tu propio proceso creativo?
Sí. Siento que tampoco yo he tenido un lugar que sienta del todo mío. De pequeño transitaba entre mi ciudad natal, Tarragona (una ciudad que fue de acogida para mis padres, pues ninguno de ellos nació allí y nunca la han sentido como suya), y los dos pueblos de mis abuelos. Y más de mayor he estado siempre entre mudanza y mudanza. De hecho, desde 2010 nunca me he quedado más de dos años en un mismo piso, así que el cambiar de espacios y compañías siempre ha formado parte de mi vida. Incluso ahora, que mi pareja es china, nos movemos entre estos dos países, por lo que quizás de un modo inconsciente mi cine siempre está buscando las raíces, un lugar donde quedarse mientras acompaña a gente que, como yo, está buscando a dónde pertenece.
Un fotograma de A Hakka song
Tus películas tienen un ritmo pausado, con una atención a los gestos y silencios. ¿Cómo construyes esta atmósfera en tu cine?
Creo que la base del cine es la observación, más aún cuando retratas mundos o culturas que no son las tuyas. También pienso que vivimos en una sociedad tan acelerada y efímera, que me apetece poder reposar en los rostros de mis personajes, que sus dudas guíen una escena, que sus silencios la corten, que su respiración encuentre diálogo con la del espectador. La palabra muchas veces emerge de nuestro control de una situación, pero es el gesto el que nos retrata realmente. Así, para mí cuenta tanto la forma que tiene un niño de coger su bol de arroz que cualquier atisbo de conversación, por muy profunda que sea.
«Creo que la base del cine es la observación, más aún cuando retratas mundos o culturas que no son las tuyas.(…). Para mí cuenta tanto la forma que tiene un niño de coger su bol de arroz que cualquier atisbo de conversación, por muy profunda que sea.»
Un amanecer del cortometraje Un soroll llunya
Los amaneceres parecen tener un lugar recurrente en tu filmografía. ¿Hay algún significado especial en esta elección visual?
Creo que a nivel visual no tienen ningún significado especial, pero sí que me gusta utilizarlos para marcar los tiempos en el montaje. Siento que me ayudan a conseguir una estructura en mis películas, que, a menudo cuentan historias que están concentradas en muy pocos días de ficción.
Por otro lado, también me permiten abrazar el silencio y mostrar un momento que nos acompaña cada día pero que casi nunca podemos disfrutar. Me ayudan a que la película respire.
«Los amaneceres me permiten abrazar el silencio y mostrar un momento que nos acompaña cada día pero que casi nunca podemos disfrutar. Me ayudan a que la película respire.»
En A Hakka Song la música tiene un peso importante, en especial la canción tradicional que se escucha. ¿Qué significado tiene dentro de la película?
Para mí era muy importante porque significa el legado que se pasa de generación a generación de manera oral. La canción que oímos es parte del legado de esta comunidad y por esto decidimos no subtitularla. No es tan importante su contenido como su existencia en sí misma.
Me interesaba que fuera la generación del medio —la madre— quién la cantara, pues eso actúa de nexo entre el abuelo y el hijo, a la vez que también estructura la película en tres partes, pues oímos el tema musical al principio, en medio y al final, aunque nuestra percepción sobre el mismo va cambiando: primero nos genera misterio e interés, luego es una descripción objetiva de una escena del presente de su cotidianidad y al final actúa como un interrogante; casi como una nota nostálgica y hasta lúgubre sobre el futuro de estas comunidades.
«La canción Hakka que oímos es parte del legado de esta comunidad y por esto decidimos no subtitularla.No es tan importante su contenido como su existencia en sí misma. »
El actor Junyi Sun en Un soroll llunya
Algunos de tus actores, como Junyi Sun, son profesionales, mientras que otros parecen ser personas comunes interpretándose a sí mismas. ¿Cómo trabajas con ellos y qué buscas en una interpretación?
En el caso de Junyi es muy fácil. Ambos somos muy amigos y nos conocemos desde hace mucho, por lo que casi sin hablar ya sabemos lo que buscamos el uno del otro. Además, mis colaboraciones con él han estado casi siempre ligadas a su historia personal. Esto hace que más que dirigirlo solo tenga que filmarlo, acompañarlo, mirarlo de una manera particular para poder compartir todo lo que él tiene que darnos.
A parte de él, es cierto que el resto de actores de mis películas son personas no-actores interpretándose a sí mismas. Esto no quiere decir que sus intervenciones sean completamente documentales, pues el documental puro tampoco me interesa demasiado. Lo que busco es lo híbrido, el tránsito que comentábamos antes; o sea, la realidad con la que conviven, pero en diálogo con mi mirada y mi universo. Esto hace que todas las piezas que haga puedan dialogar entre ellas y tener algo de misterio, alguna cosa que no se acaba de cerrar, pues están siempre latentes como mi búsqueda en ellas.
«El documental puro tampoco me interesa demasiado. Lo que busco es lo híbrido, o sea, la realidad con la que conviven, pero en diálogo con mi mirada y mi universo.»
¿Por qué China? ¿Qué te llevó a centrar tantas de tus historias en este país?
Como mucha gente de mi generación, que creció entre los 90s y los 00s, mi primer contacto con Asia fue la cultura japonesa. Era un poco otaku yo. Consumía muchísimo manga y anime, por esto durante mis años en la escuela de cine quise rodar un corto japonés. Sin embargo, nunca logré encontrar actores japoneses para mi historia, pues todo el mundo que se presentó al casting era de origen chino. Así que adapté el guion para acercarlo más hacia esta cultura. El corto resultante fue Meiying MG-01 y fue mi primer tanteo del universo chino. Esto coincidió con que apenas un par de años después recibí una beca para rodar un corto en China y esta fue, sin duda, la oportunidad que me permitió enamorarme de verdad de esta nación tan rica y a veces tan contradictoria.
Ahora, varios años después, y casi sin ser consciente, tanto mi vida profesional como la personal han acabado completamente vinculadas a China: mi primera película se rueda allí, doy clases en Beijing, coordino un programo chino en la ESCAC, mi pareja es china… Aunque admito que cuanto más sé de China, cuanto más leo sobre ella o más conozco sus regiones, sus gentes o su lengua, más siento que es algo inabarcable. Nadie la puede conocer del todo. Y esto es algo que aún me motiva más a la hora de escuchar y vivir con las historias que voy encontrando vinculados a este país que tanto admiro.
Un fotograma de A Hakka song
Para cerrar, si hubiera un hilo común entre todos tus cortos, ¿cuál dirías que es?
Creo que en el fondo siempre he estado interesado en la identidad en el sentido más amplio del término. Me gusta contar historias que abracen esta tensión que emerge entre aquello que se supone que tenemos que ser y lo que somos realmente; esta eterna búsqueda para conocernos a nosotros mismos, que muchas veces viene supeditada por la gente cercana y el entorno en el que habitamos. Y sí, esto tiende un puente entre el pasado (nuestras raíces) y el futuro (nuestro fruto como individuos y sociedad).
Adrià Guxens estará junto con la antropóloga Gladys Nieto, el jueves, 27 de marzo a las 19:00 hs en la Biblioteca Iván de Vargas.
- Historias chinas en tránsito: etnias, identidad y desarraigo
- Jueves, 27 de marzo, a las 19:00 hs.
- Biblioteca Iván de Vargas | C. de San Justo, 5, Madrid | Google Maps
- Entrada libre hasta completar aforo | Necesaria inscripción
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