Puente a China 2025: cuando el entusiasmo habla en chino

La gala del Puente a China 2025 celebrada en Madrid no fue solo una competición de lengua china y talento artístico, sino una ceremonia del entusiasmo. Desde los discursos de los más pequeños hasta los delicados bailes de nuestras participantes, todo parecía responder a una consigna secreta: mostrar que el chino no se aprende por obligación, sino por gusto.

Entre abanicos que cortaban el aire, canciones que evocaban lunas constantes y empanadillas chinas (饺子 jiǎozi), los concursantes dieron forma a una tarde que parecía sacada de un sueño meticulosamente ensayado. Un sueño, eso sí, con algún que otro tropiezo técnico: Gabriel, que con tan solo nueve años hizo girar su diábolo como un virtuoso, mantuvo el tipo cuando el micrófono de diadema decidió independizarse. The show must go on, pensó (o eso queremos creer), y siguió adelante como si nada.

Cristina, de la categoría de secundaria, supo combinar el sonido melancólico del hulusi con una actuación de kung-fu que habría hecho sonreír al mismísimo Bruce Lee. Y Olmo Soto cantó «La luna representa mi corazón» —月亮代表我的心— como si no hubiera otra luna que la suya. Sacó la letra del estribillo en un gran cartelón para invitar al público a cantar. Y el público cantó.

Al final, cuando todos los nombres ya habían sido pronunciados y los aplausos aún seguían latiendo en el patio de butacas, uno no podía evitar pensar que este tipo de encuentros no son únicamente concursos, sino señales. Señales de que hay algo en estos jóvenes —algo valiente y curioso— que los lleva a pronunciar palabras difíciles con una naturalidad que desarma. El chino, en sus labios, dejó de ser una lengua lejana para convertirse en puente. Y los puentes, como sabemos, no se construyen sin esfuerzo. Pero tampoco sin belleza.

Gracias a Bosco, Sol, Benjamín, Gabriel, Isabel, Gabriela, Cristina, Beatriz, Jorge, Mateo, Alejandra, Lourdes, Emma, Carolina, Miren, Iker, Olmo y Linda Lissette.