«El ‘Jin Ping Mei’ tiene momentos realmente memorables, puede ser divertida, intensa, cruel.»
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El primer encuentro de este curso con el club de lectura Léete China promete. Esperamos la visita de la sinóloga Alicia Relinque Eleta, que nos hablará sobre la traducción del Jin Ping Mei, El erudito de las carcajadas. Una novela editada con un cuidado exquisito por Atalanta y que, además, incluye los grabados originales.
Alicia, desde Bruce Lee hasta el Jin Ping Mei, cuéntanos cómo ha sido tu viaje con la cultura y la literatura china.
La verdad es que hablar de casi cincuenta años de lo que ha sido mi formación, mi profesión, mi vida personal, mis hobbies no resulta nada sencillo. Desde que comencé a estudiar los primeros caracteres chinos quedé prendada por aquella escritura que para mí entonces y todavía hoy sigue teniendo algo mágico. Quizá rememorar sólo algunos momentos cruciales en este encuentro: Mencionas a Bruce Lee… eso fue antes de conocer los caracteres chinos. Como adolescente, ver a un hombre bajito y serio poner en orden el mundo, y haciéndolo con unas coreografías extraordinarias -para mí, las peleas eran más coreografía que violencia-, me hacía disfrutar enormemente de sus películas (y todas las que nosotros llamamos «kungfu»). Vinieron los caracteres, con su magia. Después, Feng Zhumei, la extraordinaria profesora de la Escuela Oficial de Idiomas de Madrid, que con su generosidad, su sabiduría, su amabilidad nos enseñó el primer poema de la dinastía Tang y su inmensa belleza. Años después, en 1985 la llegada a Pekín. Mis tres primeros días en Pekín en el «compound» de la Corporación de Petróleo de China, en casa de Madame Wang, la jefa de una delegación a quien había conocido en su viaje a España. Me acogió a mi llegada porque no tenía información clara de cómo llegar a la Universidad. Y la Universidad de Pekín. Si tuviera que pensar en un paraíso, ese sería Beida durante los años que estuve allí. Y la suerte de conocer a Zhao Zhenjiang y a Duan Ruochuan, dos hispanistas que me «adoptaron» y que me cuidaron entonces y él lo ha seguido haciendo hasta hoy. Y comenzar a dar clase en la Universidad de Granada de literatura china en 1994, una ilusión que comenzó con aquel primer poema. Enseñar y traducir fueron de la mano: necesitaba material para mis alumnos y eso me obligó a lanzarme al principio a traducir fragmentos de obras de todas las dinastías. Y aprender cada día más de literatura en las fuentes para transmitírselas a los alumnos, pero también aprender muchísimo de ellos que me «sacan» siempre de mi visión más tradicional de algunos textos. He tenido la suerte de volver a China todos los años desde que regresé en el 89 (excepto los años COVID), y siempre siento y he sentido que regreso a casa cuando estoy allí.
«Desde que comencé a estudiar los primeros caracteres chinos quedé prendada por aquella escritura que para mí entonces y todavía hoy sigue teniendo algo mágico.»
Jin Ping Mei (金瓶梅) ¿Puedes explicarnos por qué se titula así y quién hay detrás de esta novela?
El título de la novela despierta todavía muchas dudas, pero lo que es cierto es que cada uno de los caracteres que componen el título (Jin, Ping y Mei) se encuentran en los nombres de tres de los personajes femeninos más importantes de la obra: Jin y Ping hacen referencia a dos de las esposas del protagonista Ximen Qing -Pan Jinlian y Li Ping’er-; Mei hace alusión a la criada de la primera, Pang Chunmei. Pero con la facilidad de los caracteres chinos para combinarse y dado que jin significa «oro», ping «jarrón» y mei «ciruelo», la combinación es fácil: «Flor de ciruelo en el jarrón de oro». De hecho, varias de las traducciones a lenguas occidentales han optado por usar al mismo tiempo las dos alternativas: la magnífica traducción de D. T. Roy la titula como The Plum in the Golden Vase or Chin P’ing Mei, y la francesa de André Lévy Fleur en Fiole d’Or (Jin Ping Mei cihua). Yo no quise reduplicar el título y opté por llamar la atención sencillamente sobre esos tres personajes femeninos principales y la edición (cihua). Quizá fue un error, porque para el lector español esas tres sílabas no dicen nada. Para compensar, sí que le pedí al editor que pusiéramos el pseudónimo del supuesto autor de la obra: El erudito de las carcajadas de Langling, que prácticamente ninguna versión occidental incluía en su portada. Pero el efecto resultante ha sido bastante divertido: todavía hoy la novela aparece muchas veces citada como El erudito de las carcajadas que se atribuye a un autor: Jin Ping Mei.
Esta novela es considerada maldita, decadente, pornográfica…. ¿Es cierto?
Empezando por el final, sí diría que algunos pasajes son verdaderamente pornográficos en los usos habituales de la literatura de este género: un lenguaje muy procaz, descripciones explícitas de encuentros sexuales, y una exageración inusitada en dichas descripciones. De hecho, en más de 70 de los 100 capítulos de la novela se narra algún encuentro sexual (algunos simplemente mencionados, pero muchos con un gran alarde de detalles). Probablemente sea este aspecto el que haya condenado a la novela a sufrir continuas censuras (ni siquiera hoy en día es fácil conseguirla sin párrafos censurados). Pero todo ese derroche de descripciones explícitas en realidad de lo que habla es de relaciones humanas, y relaciones humanas mediatizadas por el dinero. Y aquí pasaríamos a lo de «decadente». No es tanto que la novela sea decadente, como que nos habla de una sociedad que sí lo es, en la que los buenos sentimientos brillan por su ausencia, todos los personajes actúan como lo hacen llevados por razones bastante indignas. En cuanto a lo de maldita, eso tiene mucho que ver con la leyenda sobre su composición que ya al poco tiempo de salir se vinculó con Jin Ping Mei. Se decía que un muchacho cuyo padre había sido ejecutado injustamente, envío el manuscrito de la novela -con sus hojas impregnadas en veneno- al hijo de quien había condenado a su padre. Siendo este último un depravado, el ansia por pasar las páginas y seguir leyendo esas descripciones explícitas hizo que acabara muriendo envenenado. (¿Quizá Eco se inspiró en esto para incluir esa artimaña en su El nombre de la rosa?) Ningún documento oficial ha demostrado que eso fue así, pero no deja de imprimirle a la novela ese aire de «material prohibido» que puede resultar atractivo. Sin embargo, yo prefiero quedarme con lo que dice el colofón atribuido a un tal Niangong que acompaña a una de las primeras ediciones: «Quienes hoy y en el futuro se ocupen de divulgar este libro, acumularán innumerables méritos para sí.» Lo que puede reportarnos a quienes hablamos de ella grandes beneficios en otras vidas.
«No es tanto que la novela sea decadente, como que nos habla de una sociedad que sí lo es, en la que los buenos sentimientos brillan por su ausencia, todos los personajes actúan como lo hacen llevados por razones bastante indignas.»
Traducir un clásico como Jin Ping Mei requiere un gran conocimiento, no solo del idioma, sino también del contexto histórico y cultural. ¿Qué tipo de investigación previa tuviste que hacer para asegurar una traducción fiel al espíritu de la obra?
Supuestamente, la acción de Jin Ping Mei transcurre a finales de la dinastía Song -por lo que exige también conocer ese periodo y muchos de sus personajes-, pero sin duda la sociedad que retrata es la de finales de la dinastía Ming. Cuando recibí el encargo de Atalanta de traducir la novela, mi conocimiento sobre la sociedad Ming era bastante pobre, lo que había estudiado, además, tenía mucho que ver con la llegada de los misioneros a China justo en este periodo, pero parecía que eso no me proporcionaba el bagaje suficiente como para abordar la novela. Así que desde el principio empecé a leer todo lo que pude sobre ese periodo y a hacerme con todo el material posible que me diera información. Mi forma de traducir es comenzar con una «traducción en bruto» por decirlo así, es mi primera lectura. Voy leyendo la obra en chino y escribiendo sobre la marcha en español, sin esperar que vayan surgiendo frases coherentes, sin buscar palabras. Los caracteres que no conozco o bien los transcribo en una fonética que yo presupongo, o directamente pongo una palabra que parece ajustarse al contexto. Es una labor casi mecánica que me permite irme haciendo una idea de qué me voy a encontrar y a qué tendré que hacer frente cuando ya empiece la traducción de verdad. Eso supone que mi cerebro está casi limpio y, desde luego, descansado. Es cuando aprovecho para leer todo lo que pueda sobre el periodo: el sistema político, el lenguaje, la comida, la vestimenta… todo lo que me pudiera ir proporcionando información. La verdad es que es un momento delicioso. El haberme acercado antes a la dinastía a través de los misioneros había despertado mi interés por ese final de Ming, pero no dejaba de ser una visión que podría llamar «externa» (leí mucho lo que ellos habían escrito), además, muy relacionada con el mundo más culto -en realidad, casi toda la literatura clásica anterior pone su foco fundamentalmente en los letrados, de modo que siempre los miramos a ellos-. De pronto, Jin Pin Mei me proporcionaba la visión de la calle, de gente de mal vivir, de gente que se tiene que hacer casi cualquier cosa para sobrevivir… Y resultaba apasionante. Pero volviendo a la investigación, diría que no fue «previa», sino que duró hasta el último día -y también después: las introducciones las hago siempre una vez terminada la traducción-. Felizmente, ya existía internet (imagino que algunos lectores de esta entrevista no saben lo que era el mundo antes de esta «herramienta mágica») y pude acceder a muchísimo material online, aunque el material en papel fue mayor aún (también felizmente, tuve ocasión de viajar a China en varias ocasiones durante el proceso de traducción y traerme cajas enteras de libros, entre ellos tres diccionarios específicos del vocabulario usado en la novela).
«Mi forma de traducir es comenzar con una “traducción en bruto” por decirlo así, es mi primera lectura. Voy leyendo la obra en chino y escribiendo sobre la marcha en español, sin esperar que vayan surgiendo frases coherentes, sin buscar palabras.»
La obra tiene una estructura narrativa compleja, que juega con elementos de crítica social y política en la China de la dinastía Ming. ¿Cómo lograste trasladar estos matices al público español, teniendo en cuenta las diferencias culturales?
Personalmente creo que el público español está muy acostumbrado a la crítica social y política en la literatura (Don Quijote es un ejemplo perfecto). De hecho, mientras trabajaba con la novela, muchas de las situaciones descritas (pequeñas y grandes mentiras, corrupción, violencia, malversación, abuso de los poderosos) las podía identificar con noticias de prensa del momento. Para esa crítica creo que lo único que hace falta es saber escuchar, mirar el mundo, y refugiarse o intentar denunciarlo a través de la burla y el sarcasmo, si no tenemos otras armas.
El texto original mezcla prosa y verso. ¿Qué desafíos encontraste al traducir este híbrido de estilos narrativos?
El problema no fue tanto la combinación de prosa y verso, como el tema de los registros lingüísticos, ya fuera en uno u otro caso. Por ejemplo, hablando en prosa, hay una gran diferencia entre descripciones, reproducción de documentos (aparecen varias veces), o la forma de expresarse de los personajes (altos funcionarios, monjes, prostitutas, …). Con los poemas pasa igual. En este caso, el término traducido como «verso» del subtítulo incluye también muchas arias que formaban parte de obras de teatro, con una musicalidad muy clara y unos mecanismos retóricos muy complejos, y que resultaban verdaderamente difíciles de traducir. Sin embargo, había otro tipo de poemas, como los que inician cada uno de los capítulos, que son simples ripios, en los que se puede buscar un ritmo simple, y una rima fácil. Creo que en todas las literaturas pasa lo mismo; creo que ahí no se notan las diferencias culturales entre chinos y españoles, sino entre una clase social y otra. De hecho, en mi caso, procedente de una clase media, mi forma de expresión es bastante neutra. No he tenido que sobrevivir en los bajos fondos, así que, del mismo modo que tuve que aprender el vocabulario de la dinastía Ming, tuve que hacerlo también con un lenguaje que para mí era completamente nuevo (y que disfruté inmensamente), me pareció que ese lenguaje de los bajos fondos podría ser trasladado al lenguaje de germanía que, como define el diccionario de María Inés Chamorro Tesoro de Villanos, es la lengua de «jacarandina: rufos, mandiles, galloferos, viltrotonas, zurrrapas, carcaveras, murcios, floraineros y otras gentes de la carda.»
«Del mismo modo que tuve que aprender el vocabulario de la dinastía Ming, tuve que hacerlo también con un lenguaje que para mí era completamente nuevo, me pareció que ese lenguaje de los bajos fondos podría ser trasladado al lenguaje de jacarandina: rufos, mandiles, galloferos, viltrotonas, zurrrapas, carcaveras, murcios, floraineros y otras gentes de la carda.»
El libro está lleno de referencias intertextuales a otros textos clásicos chinos. ¿Cómo gestionaste estas referencias para hacerlas comprensibles para los lectores hispanohablantes, sin perder la esencia cultural de la obra original?
Podría decir que con el uso -y hasta el abuso- de notas a pie de página. En eso, he de agradecer a la editorial que me diera manga ancha para hacerlo, así que pude incluir mucha información intentando que quien leyera una situación determinada pudiera comprenderla. De todas formas, y a raíz de esta pregunta, también me gustaría señalar una postura que tomé conscientemente mientras traducía la novela: a veces los textos citados contenían claros errores con respecto al original. Esto podía ser debido sencillamente a la transmisión de la obra: las novelas se escribían a mano, circulaban, se llevaban a la imprenta, después se reeditaban con más o menos capítulos (de ahí las diferentes ediciones), y todo ello debido en parte a que la novela, como género, no era considerada alta literatura, sino más bien un producto de consumo. Es probable que el anónimo autor de la novela conociera al dedillo los textos a los que se refería; pero es posible que no; es posible que los trabajadores de la imprenta cometieran errores. Pero existe otra posibilidad más: la novela nos habla en muchos casos de las «apariencias», de funcionarios que supuestamente dominan los textos, de monjes que aprecian la sabiduría de sus sutras… Pero la novela siempre se burla de todos ellos: el hecho de cambiar algo del contenido podría ser solo una errata, ciertamente, pero yo creo que el autor lo hacía a propósito. Para que pudiéramos burlarnos de ese personaje que proyecta una imagen de sabiduría pero que, en realidad, no es más que un fantoche. Por eso, en mi caso nunca he corregido los errores de las citas, manteniéndolos en el cuerpo del texto, pero eso sí, haciéndolo constar en nota.
Algunos expertos comparan esta novela con la Comedia Humana de Balzac por la descripción completa de una sociedad, francesa o la china, y también con Gargantúa y Pantagruel por su procacidad. ¿Qué conexiones con otras tradiciones literarias has encontrado?
He de reconocer mi desconocimiento sobre tradiciones literarias diferentes a la china y por ahí me cuesta trabajo buscar relaciones con otras obras. Una que sí parece muy obvia es La Lozana Andaluza, aun teniendo en cuenta sus muchas diferencias, ambas realizan un retrato de los bajos fondos de una ciudad en el siglo XVI, utilizan la lengua vulgar, relatándonos con todo detalle la vida de los burdeles, ambas se decantan por el realismo en las descripciones, y por lo que algunos califican de un lenguaje «naturalista» por la crudeza de su vocabulario.
¿Y con otras novelas de la literatura china como La alfombrilla de los goces y las sombras de Li Yu o Los Mandarines de Wu Jingzi?
Las dos obras que mencionas son posteriores y entiendo por qué aludes a ellas: la primera por la procacidad, y la segunda por la crítica social. Si me remito a los antecedentes, Jin Ping Mei nace de la novela Shuihu zhuan (A la orilla del agua). De hecho, los primeros capítulos toman prácticamente todo de un episodio que aparece en esta, fundamentalmente, sus personajes: Wu Song, el hombre que con sus propias manos mató a un tigre, Pan Jinlian, su cuñada, y Ximen Qing, el hombre con quien la cuñada comete adulterio. A partir de ahí, la historia crece enormemente para convertir en protagonistas a los dos últimos y contarnos todas sus peripecias. Por otra parte, la obra de la que en parte se nutre Jin Ping Mei en sus descripciones de los encuentros sexuales es Ruyi jun zhuan (Hay una versión indirecta española publicada Tusquets en la antigua colección de “La sonrisa vertical” que lo traduce como «Biografía del Príncipe Idóneo»). Pero además, como era propio de la tradición novelesca china, aparecen muchas pequeñas historias que se incorporan a la novela, especialmente, muchos argumentos, pero también arias de dramas anteriores. El sarcasmo, la ironía, la sátira de Los Mandarines, también omnipresente en Jin Ping Mei, proceden sin duda de la literatura narrativa de ficción (los relatos extraordinarios tipo zhiguai que vuelven a estar en boga a partir de Ming) pero también en el teatro. Lo que creo que resulta muy interesante es la influencia de la novela en Sueño en el Pabellón Rojo. Aparentemente, no tendrían nada que ver la una con la otra, pero hay muchos estudios que las vinculan, no solo temáticamente (ambas son historias de «amor»), sino por la utilización de muchos recursos retóricos similares y su estructura. Lo cierto es que JPM es fundamental para la narrativa posterior, y probablemente sin ella, no hubieran podido aparecer las grandes novelas del siglo XVIII.
«Lo que creo que resulta muy interesante es la influencia de la novela en Sueño en el Pabellón Rojo. Aparentemente, no tendrían nada que ver la una con la otra, pero hay muchos estudios que las vinculan, no solo temáticamente (ambas son historias de “amor”), sino por la utilización de muchos recursos retóricos similares y su estructura.»
Finalmente, en un mundo donde las traducciones juegan un papel crucial en la preservación cultural, ¿qué esperas que los lectores hispanohablantes obtengan de tu traducción de Jin Ping Mei?
Me encantaría, en primer lugar, que disfrutaran leyéndola. Creo que tiene momentos realmente memorables, puede ser divertida, intensa, cruel. Es verdad que la novela relata la sociedad de la dinastía Ming, pero siendo una sociedad muy mercantilizada, creo que muchas de las anécdotas o tramas que aparecen en ella serían trasladables a otros lugares o momentos históricos -incluido el presente- en el que las relaciones humanas están mediatizadas por el dinero. Sí espero que todas las actitudes execrables que aparecen en la novela -muchas, muchísimas-, no se identifiquen con China o con los chinos, sino con el lado más oscuro de todos nosotros, los seres humanos, independientemente de nuestra procedencia.
Alicia Relinque Eleta estará con nosotros el lunes 7 de octubre en la Biblioteca Eugenio Trías en el Retiro de Madrid. Andreas Janousch, director del Instituto Confucio de Madrid, moderará la charla y el posterior coloquio.
Dónde: Biblioteca Pública Eugenio Trías en el Retiro de Madrid
Cuándo: lunes, 7 de octubre
Hora: 19:00 hs.
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